domingo, 23 de junio de 2013

¿Por qué me miraban?

Era uno de esos lugares en los que todo brilla, cada cosa se parece al oro, a la plata con adornos como piedras preciosas,  Las personas de alrededor, arregladas como en las revistas y retocadas con todo tipo de artilugios, colores, maquillajes y ropas.



Para entrar, atravesé unas enormes puertas, con sistemas de seguridad y un guardia, me miró fijamente, yo también, no supe en ese momento el porqué. Entré y me deslumbré por todo lo que había en cada pasillo de ese enorme sitio. Lo que veía me era nuevo, incluso los ruidos, risas y comentarios, que oía, Parecía otro idioma. Me sentí lejana.

Seguí, miré uno a uno en cada mostrador: relojes relucientes, joyas con cristales, pulseras, pendientes, anillos, cosméticos, un sin fin de ellos. De los techos colgaban letreros de "ofertas" por doquier,  me asomé a verlas, no creí que ese precio era de oferta, y no porque comprar algo de esos precios no deje de ser un capricho, que me puedo dar, sino, que es poco útil para mi, ahora.

lunes, 17 de junio de 2013

Hasta siempre casa, del camino.

Ayer terminé de mudarme.


La casa donde vivía estaba en una cuarta planta, tenía las comodidades básicas que nos permitieron a " La Condesa", "Ed" y a mi vivir ahí tres años y medio.
Desde la ventana de mi habitación podía ver el río Eresma, que me producía cierto escalofrío cuando venía demasiado rápido  y turbulento en invierno, aunque el susurro de sus aguas por las noches, permitía que conciliara el sueño, como mecida por sus aguas.
En esa casa, pasé muy buenos momentos, visita de mis padres, visita de amigos cercanos y lejanos, comidas de compañeros, discusión de casos clínicos o preparar sesiones, cotilleos del trabajo. También momentos tensos, no coincidir en gustos, no hacer los deberes a tiempo, algún que otro enfado, y aumentos de tono de voz, pero conseguimos mantener, en la medida de lo posible, eso que acordamos desde que nos conocimos: "Lo que pasa en casa, se queda en casa".
Ayer, luego de una tarde intensa, de verle; de limpiar y dejar todo presentable, llegaron los dueños, y el futuro ocupante de la casa, el hijo de la pareja. Entregué las llaves y antes de cerrar la puerta, miré hacia el salón, el pasillo, ese espacio, esos colores y cuadros y flores, esa casa, y me despedí de ahí, agradeciendo todos los malos y sobre todo los buenos momentos. Saben que me emociono, no pude dejar de echar una lágrima al cerrar la puerta, y detrás de mi dejar una etapa importante de mi vida, una etapa llena de aprendizajes.
Sujeté la bolsa que llevaba con los últimos libros, acomodé el regalo que no le pude dar a " la Condesa" porque no nos despedimos, baje el ascensor, respirando hondo, desde el corazón, rumbo al coche.

Por la ventana salieron Ch. su hermana y sus padres, los gitanos de la tercera, me despidieron con un " que le vaya bien" en su tono de voz peculiar, ahí salio corriendo A. " mi vecina de los gatos", diciéndome que no me podía ir sin despedirme, le dije que esta tarde iría a verla, y charlar, que no tenía mucha fuerza para despedirme ayer, llevaba muchas emociones encima. Hoy la iré a ver.
También me dijeron adiós por la ventana, las otras vecinas de la cuarta planta, y don J del primero y con todos esos buenos recuerdos, de personas que me acogieron en su bloque, me despido.
Echaré de menos esa casa, y a pesar de los malos ratos, el estar con mi compis, los que no vi para despedirnos.

martes, 4 de junio de 2013

Español de una Peruana en España.

Era la primera vez que salía de casa por tanto tiempo, la aventura de los 25', recuerdo cuando llegué al aeropuerto estaba muy emocionada, hasta que al abrirse las puertas donde la gente espera a los viajero, a mi no me esperaba nadie, y comprendí que sí, estaba sola, lejos de casa. Había que sujetar bien las maletas, mirar las señales del metro y seguir experimentando.

Los problemas que me  dio el idioma al inicio fueron varios. El día que llegué fui  a la Plaza Mayor, eran las nueve de la noche y había luz, eso de por sí me parecía demasiado raro, se me ocurrió pedir una gaseosa en una de las terrazas de ahí, y el camarero ( mozo para mi) se apareció con una bebida blanca, que para nosotros es agua mineral con gas,  y para el camarero lo que yo le pedía se llamaba refresco que no tiene nada que ver con lo que es un refresco en mi país.

Le dije deme entonces un jugo, y me miró, extrañado, pensé que me tomaba el pelo, pero entendí por su mirada de que no nos entendíamos, así que recurrí a la marca comercial: una Coca Cola, y él repitió: " ¡Un refresco!".


La palabra Bar, produjo en mis padres una preocupación adicional a mi lejanía. Los compañeros de la escuela, solíamos ir "al Bar" por las tardes al terminar las clases, generalmente me tomaba un café... si, eran esos tiempo :), 
Coincidió que mis papas me llamaron una de esas tardes: ¿Donde estas? - En un bar. -Ah, ¿tan temprano? - Si, aquí los bares están abiertos desde temprano - bueno hijita, cuídate, y no te quedes hasta tarde (eran como las 5 de la tarde hora de España). - Si mami, no te preocupes, ya me voy a casa.

La cultura del bar, me llamó mucho la atención, el bullicio, el lugar del barrio, el sitio del cotilleo, el lugar de encuentro. Me gustaba ir con los amigos, desconectábamos de lo académico y aprendía un poco más de esta nueva cultura, y de sus nuevas palabras. Me llamaba la atención la decoración del lugar, carteles de muchos colores, todas de toreros, supongo famosos de Madrid y de España, algunos tenían mujeres vestidas con trajes de Sevilla con muchos colores. Lo único que me disgustaba del lugar, era que al entrar lo primero que se veía, era la cabeza de un pobre toro.

domingo, 2 de junio de 2013

Las Torres Kio, !!se me han movido!!

Estoy nuevamente en Madrid, caminando por la Avenida de Asturias, la primera avenida donde viví cuando llegué a España, la primera en la que alguna vez divagué.
Por detrás de los bloques, está el parque que atravesé muchas veces rumbo a la Escuela, tantas con L. y otras tantas con mi nostalgia por está lejos de casa. Viví ahí por cuatro meses, al inicio me daba un poco de miedo por los grafitis que hay en los portales, el bar de la esquina de la casa, y la poca iluminación en las noches. A medida que los rostros se me hicieron familiares, ese miedo pasó y me sentí, una extranjera, pero ya no una extraña.
Los domingos, empezaba el bullicio en la avenida muy pronto, era el día del Rastro, parecido al baratillo que tenemos en Cusco. Un mercadillo en la calle, se ponen muchos puestos de venta de diferentes cosas: ropa, alimentos, frutas, cosas de segundo uso, alguna antigüedad, telas, carteras, libros, "pashminas", cosméticos, zapatos, y todo lo que se pueda vender. Llama la atención el tono y acento de voz de los gitanos cuando ofrecen sus productos.
Me gustaba mucho ir a los puestos de las antigüedades, a ver si ese domingo, si traían alguna muñeca antigua, pero la mayoría de veces, eso no pasaba. Así que regresaba a casa con la bolsa de la fruta, planeando mi nueva tarea para la escuela.
Recorrí esa avenida, muchas veces, a media tarde con el buen tiempo, desde la gasolinera hasta la Plaza Castilla, y almacené en mi memoria cada portal y garaje que dejaba al pasar, sabía cuantos parques había y cuánto me demoraba en hacer todo el recorrido. Recordaba que para llegar a la Plaza Castilla, tenía que pasar por debajo de las Torres Kio, con esa sensación de que un día se me caerían encima, o se tocarían una a la otra, a la izquierda veía el depósito del agua, y en frente, la Castellana... y esa imagen ha estado en mi mente, estos  años. Hasta Ayer.
Quedé con un muy buen amigo en Chamartin, entonces salí de casa considerando los 17 minutos que me demoraba en llegar desde "casa" hasta la estación, pues, llegué tarde, no fueron los 17, fueron 21 y ya me esperaba. Es que C: !!eres demasiado puntual¡¡, gran virtud por cierto.
Pero lo extraño de la tarde, fue que a medida que me acercaba a la Plaza Castilla, me sentía perdida, no veía a las dos Torres Kio, veía solo una y me acercaba por uno de sus lados, ¿Se me han movido las Torres Kio?, ¿Qué ha pasado?.