miércoles, 2 de octubre de 2013

el silencio, también cuenta

Era medio día y me disponía a preparar mi comida. La mañana transcurrí intradomicilio, haciendo labores de hogar, al final tenía toda la tarde para leer y escribir. Pero la llamada era para salir de la quietud y llevar un paciente de UCI, en UVI móvil. No era una llamada cualquiera, suponía ayudar a un amigo y asumir una responsabilidad nueva.
El tiempo para decidir fue de segundos, y dije: "Si".

El trámite en el hospital, fué rápido, el médico de UCI, me dijo: "es de ADESLAS, es vuestro, yo no sé a donde vá". una amiga me dió el informe médico y luego de presentarnos con el paciente, conectar "los cables", salimos. Me quedó la sensación de que me ayudó más una amiga que el colega de turno. En fin, hay actitudes que hay que ignorar.
El paciente se veía nervioso, serio, poco hablador y desconfiado.
En la ambulancia, luego de la anamnesis rutinaria y llenar los informes de traslado, nos esperaba una hora de viaje. Intenté iniciar una conversación "neutra" para poder hacer más llevadero el viaje del paciente. Ninguna pregunta, ni la del tiempo, ni la de toros, ni la de pueblos, ni la del Rey, ni lo incómodo de ir tumbado, ni el ruido de la sirena, nada sacaba más de un si o un no, o alguna pequeña frase de mi paciente.
Tenía miedo de preguntarle: ¿Qué sentía?, y ¿si no sabía responderle?. Pero se lo pregunté, me dijo que estaba preocupado y asustado, que no se había cuidado y que quería saber cúan mal estaba. Le dije: "yo no lo sé, creo que acudió al hospital a tiempo y que por lo que dice el informe, no es tan grave". El paciente, médico de profesión, sabía que no le mentía pero también que se podía complicar en cualquier momento.
Me miró, no sé si lagrimeó o fue un poco de sudor, le dí la mano, me dijo: "tienes el teléfono de mi hermana", dije: "si", y desde ese momento, solo el silencio nos acompaño.

Ahora, estoy en casa, pensando que no supe aliviar el sufrimiento de mi paciente, estaba estable, sin dolor físico, orientado, y todo eso que nos interesa en un traslado, pero, esa mirada preocupada y esa mano nerviosa, no supe aliviarla.

Me consuela que al despedirnos, se acordaba mi nombre, y con una sonrisa me dijo: "nos vemos en el pueblo".
Fin.


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